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LA ESCRITORA DE POLPERRO

 

Lena Hilton es una joven escritora que vive en Polperro, un bonito pueblo de pescadores al sudoeste de Inglaterra. Al terminar magisterio, sus padres le adelantan una pequeña herencia para que se instale de alquiler en el segundo piso de una casita antigua con vistas al mar y continúe con su auténtica pasión: escribir novelas románticas. Un día de verano, Lena conoce a un pintor español que disfrutaba de un merecido descanso en Cornualles y el amor surge entre ambos. Miguel Serrano, como así se llamaba el apuesto caballerete, repite dos veces más sus vacaciones en Polperro y de la locura de su pasión nace la decisión de casarse en otoño con la enamorada escritora.

Un poco antes de la ceremonia, Lena fallece a causa de la hemorragia intracraneal producida por la rotura de un aneurisma. Tras la muerte de su más preciado tesoro, el apesadumbrado Miguel decide quedarse a vivir en la vivienda de su amada y dedicarse por entero a la pintura. Una vez instalado en el domicilio, el joven artista encuentra la novela póstuma que había escrito Lena durante su idilio amoroso: «La escritora de Polperro» y descubre con tristeza el relato fiel de su trágica historia de amor, aunque también un espeluznante e irreal desastre natural acaecido en el finisterrae inglés con final feliz en el que se casan y viven ilusionados con su hijo. Los capítulos ficticios de la novela fueron introducidos, de manera inconsciente, por Lena como una premonición de su suerte fatal para dejarle un mensaje a su querido Miguel: viviremos juntos y felices toda una vida eterna.

La escritora de Polperro es la sobrecogedora historia de una joven enamorada en busca de la felicidad y la realización personal, unos valores truncados, de forma repentina, pero que permanecen indelebles en su último relato de amor.

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Cap.1 El vídeo

Hola. Soy Lena Hilton y quiero dejar grabado este vídeo mensaje en mi teléfono, ya que no sé muy bien lo que va a suceder a partir de este momento.

Hoy es viernes 1 de marzo del 2019. Me gustaría contaros el porqué me tiemblan las piernas y estoy encerrada en casa muerta de miedo. Antes de todo, quiero que sepáis que no me he vuelto loca ni se trata de una broma de mal gusto. Intentaré describiros de forma ordenada la inaudita realidad que está ocurriendo ahora mismo en mi precioso pueblo de Cornualles llamado Polperro. Empezaré por el principio.

Esta mañana le di un repaso a mi novela y sobre las doce y media salí a comprar la comida para todo el fin de semana. Paseaba absorta mientras pensaba en la protagonista de mi relato cuando de repente paré en seco estupefacta en medio de la calle peatonal que une mi casa con el centro. No había gente por ninguna parte. No se veía un alma. Creedme, no miento. A mediodía, cuando todos los negocios debían estar repletos de personas, no existía ningún indicio de actividad humana, ni habitantes ni turistas.

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Cap.2 La escritora

Polperro es una hermosa villa marinera al sudoeste de Inglaterra enclavada entre dos paredes montañosas atestadas de frondosos árboles. Su ensenada se halla ribeteada por viviendas enlazadas y, vista desde arriba, simboliza la figura del animal de su nombre. En el puerto, las encaladas construcciones de piedra con tejados de pizarra se asemejan a gatos de torso blanco que observan juntos las mareas y en la capilla del peñón en forma de corazón, las filas de casas parecen serpientes blancas de lomo gris con estrechas motas de vigilancia.

A Polperro se le conoce en la antigua lengua celta como «Porthpyra» que significa puerto de un hombre llamado «Pyra», aunque también puede que haga referencia a la corriente de agua del río Pol que divide en dos el conjunto sinuoso de sus callejuelas. Durante la bajamar, y a lo largo de la playa situada en la parte exterior del espigón, se puede acceder a las numerosas grutas y pasadizos que existen bajo las rocas y que fueron utilizados por los contrabandistas hace siglos.

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Cap.3 La panadera

La joven panadera que ayudaba por las noches a Alan Butters, el propietario de la tahona y cafetería principal de Polperro, se llamaba Grace Coleman y era una muchacha dulce y trabajadora casada con Elliot Hamilton, un animoso albañil que se desplazaba a diario a Looe por motivo de su trabajo.

La tienda de Alan constaba de dos áreas bien diferenciadas, un vetusto obrador y una zona de degustación mal decorada con un mobiliario de servicio anticuado. El negocio recibía tal afluencia de turistas que el dueño nunca se había planteado cambiar su estilismo y mucho menos organizar un servicio de reparto. Grace y Alan eran los responsables de la elaboración de todos los tipos de panes, pasteles, bizcochos, tartas y empanadas de Cornualles que se vendían en el establecimiento. Comenzaban su labor muy temprano y terminaban cuando la tienda abría sus puertas al público, momento en el que la señora Butters y una dependienta muy simpática se encargaban de la atención a los clientes.

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Cap.4 La cita

Miguel esperaba puntual a la entrada del pub vestido con unos pantalones blancos, un polo y unos mocasines color sepia y una cazadora beis. No estaba nervioso, pero la sola idea de construir algo hermoso con Lena lo hacía sentirse inquieto.

Sin retraso, la escritora apareció deslumbrante con un vestido azul ceñido al talle, unos zapatos color crema de tacón medio y un jersey de lana blanco sobre los hombros. Se había maquillado un poco, lo cual resaltaba con acierto el rosado de sus labios y el perfilado negro de sus ojos azules plateados. No cabía la menor duda de que la cita era de suma importancia para los dos jóvenes.

—Hola, Lena. Estás radiante. Bellísima. Gracias por venir.

—Tú también estás muy guapo y muy elegante —dijo la escritora.

—¿Entramos o quieres pasear un rato? —preguntó el joven.

—Si te parece bien, prefiero tomar algo y luego charlamos bajo las estrellas. Me gustaría enseñarte mi sitio preferido de Polperro —aseveró Lena.

—Estoy deseando que llegue el momento. Entremos. Por favor, ¿me concedes tu mano para acceder juntos al salón? —preguntó Miguel con el ofrecimiento de su brazo derecho en una perfecta inclinación teatral.

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Cap.5 Las dos mujeres

Era viernes primero de marzo y el cielo plomizo amenazaba lluvia. Las series de olas que entraban por la bocana del puerto arremetían cada vez con mayor fuerza y el viento racheado del sudoeste golpeaba furioso la arboleda situada al otro lado de la ensenada, justo enfrente de la casa de la escritora, a la vez que acercaba los nubarrones del Atlántico.

Grace descansaba tumbada en la habitación de invitados que daba al pub cubierta por una gruesa manta. No paraba de llorar y se lamentaba en voz alta de la pérdida de sus seres queridos. La escritora estuvo sentada junto a la panadera mientras aliviaba su sufrimiento, pero al ver que su esfuerzo no lograba calmarla se acercó a la cocina y preparó el almuerzo. Lena se encontraba destrozada y evitó a toda costa su derrumbamiento, puesto que su caída hubiese significado el final para ambas mujeres. De este modo, se propuso liderar la difícil etapa que se aproximaba, incluso si el dolor que sentía no pudiera salir jamás de su corazón.

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Cap.6 El pintor

A Miguel Serrano le apasionaba la pintura y desde pequeño siempre quiso dibujar y pintar. Sus primeras obras las expuso en la Oficina de Información y Turismo de Palencia, ciudad en la que vivía con sus padres en un lujoso piso de la calle Mayor Principal frente a la iglesia de San Agustín y a escasos metros de su maestro pictórico «Capel».

Miguel no quiso ir a la Facultad de Bellas Artes, puesto que deseaba seguir los mismos pasos que «Capel» y convertirse algún día en su mejor discípulo, pero sus cuadros no habían logrado el nivel esperado por ambos. Su maestro le sugería una y otra vez que buscase el estilo que mejor se adaptase a su forma de sentir la pintura. No era necesario que continuase con el hiperrealismo atmosférico, sino que debía explorar su sensibilidad y encontrar un arte más personal. Era el momento adecuado para conocerse, atinar de una vez por todas con su camino y comenzar una relevante impronta en su trabajo.

El joven pintor era el tipo de persona obstinada que se aferra a una idea preconcebida y le cuesta dar el salto para cambiar de estrategia. Miguel determinó por fin iniciar esa transformación y eligió el pueblo inglés de Polperro para su metamorfosis. Faltaba un mes para su viaje iniciático e intuyó que su vida iba a cambiar de forma radical.

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Cap.7 El rescate

Lena preparó una infusión tras su duermevela posterior a la comida mientras Grace dormía arropada en su habitación. Los pensamientos de la escritora se hallaban tan lejos de ese lugar que le pareció una eternidad la simple colocación del servicio de té en la mesa. Con los vívidos recuerdos en su cabeza, Lena se acercó con sigilo al dormitorio de la joven panadera y observó la elevación periódica de la barriga de su amiga bajo la manta, lo cual trajo a su mente la imagen de su pequeño en su vientre. La escritora cerró los ojos y se comprometió a luchar hasta el último aliento por el bienestar de su hijo.

Grace se revolvió en la cama, abrió los ojos y sonrió a Lena, pero poco después se echó a llorar a trompicones con un lastimero llanto entrecortado y se cubrió la cara con las manos. La escritora no logró apaciguarla y al final no tuvo más remedio que imponerse y tomar de nuevo el mando de la situación.

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Cap.8 El día después de la cita

El destino de dos personas que se aman no aparece por azar. Tampoco es una simple casualidad o una inevitable causalidad, sino más bien una extraña energía que enreda las almas de los afortunados. Debe existir algún vínculo desconocido y poderoso capaz de entrelazar a la pareja y mantener su amor a lo largo de la eternidad.

Lena y Miguel quedaron al día siguiente para recorrer las calas y playas de la hermosa costa de Cornualles. La noche se convirtió en el recuerdo dulce del beso que se dieron en la cueva y abrió una herida anhelante que clamaba su cura con el nuevo encuentro. Ese sábado de finales de julio del 2018, la luz del sol acompañó curiosa el esmerado ritual de acicalamiento de los dos jóvenes mientras alegraba sus corazones frente al espejo de sus almas.

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Cap.9 El hospital

El buque oceanográfico «HMS Scott» de la Royal Navy tripulado por 69 personas, entre militares y científicos, se dirigía al puerto de Portsmouth con Grace y Lena a bordo. Era uno de los barcos más grandes de la Marina Real británica y disponía de una sonda capaz de recabar información del fondo marino en una franja de varios kilómetros de ancho. Cuando se produjo la descarga eléctrica, el barco se encontraba en las proximidades de la península de Cornualles y registró el fenómeno sin consecuencias para la embarcación y los marineros.

Grace y Lena descansaban preocupadas en un pequeño camarote después de recibir muy pocas explicaciones de lo ocurrido. El capitán les había informado que se dirigían al hospital «Queen Alexandra Hospital» en Portsmouth, ya que debían pasar un exhaustivo reconocimiento médico para evaluar su estado de salud y el de los pequeños.

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Cap.10 La isla

Eran las nueve de la mañana y Miguel se acercó deprisa a la cita del domingo. Lena lo esperaba acompañada de un señor bajito que calzaba unas botas de agua hasta las rodillas. Apretó el paso, llegó a su encuentro y la besó de forma fugaz. La escritora sonrió al pintor y acto seguido hizo la presentación de los hombres.

—Miguel, este señor se llama Bob y nos va a llevar en su embarcación a la isla de Looe para que pasemos el día —dijo Lena.

—Mucho gusto, Bob —saludó el pintor.

—Por la tarde, nos irá a buscar para traernos. ¿Me harías el favor de ir a buscar los pinceles para pintar el retrato que me prometiste? —dijo la escritora.

—Estoy deseando empezar. Voy al coche a por los bártulos —dijo Miguel.

 

—De acuerdo. Nosotros vamos a la lancha con las mochilas y arrancaremos el motor. Te esperamos en las escaleras del puerto. No hay pérdida —dijo Lena.

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Cap.11 Las visitas

Lena descansaba en la cama del hospital cuando Grace fue a visitarla un poco antes de la cena. La panadera había insistido tanto a la enfermera para que le dijera dónde se hallaba su amiga que esta por fin hizo una inclinación de la cabeza para indicarle que se hallaba justo al otro lado de la pared. Aprovechó el barullo previo al servicio de alimentación y se coló en la habitación contigua.

—Lena, ¿estás despierta? —preguntó la panadera.

—Sí, Grace. Pasa, cariño. ¿Cómo te encuentras? ¿Has podido dormir algo?

—Ya lo creo. Estaba rendida y me he quedado traspuesta un buen rato. Me acabo de enterar de que estábamos una al lado de la otra —indicó la joven panadera.

—¿Te han dicho algo de tu salud y la de tu pequeña? —preguntó la escritora.

—Sí, vino una doctora un poco estirada y me comentó que todo perfecto.

—¿El nombre de la médica es Emma Ash? —indagó Lena.

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Cap.12 La gran noche

Después de pedir ayuda a Miguel para colgar el cuadro, la escritora tomó la mano del pintor y subieron al segundo piso. La casa alquilada de Lena tenía el encanto de una construcción antigua, aunque la escritora supo ensalzarlo con una delicada decoración de estilo romántico. Las paredes eran de piedra, el techo blanco con vigas oscuras que sobresalían y el suelo estaba formado por enormes planchas de madera de roble barnizadas que crujían a cada paso. A la entrada, Lena puso una cómoda de hierro forjado que servía para todo y encima un espejo ovalado rococó. La habitación fría de la derecha era la de invitados que daba al norte y al pub, en la cual adecuó una cama pequeña con cabecero metálico blanco y un armario sencillo de dos puertas en un lateral. El baño, situado en la parte izquierda, parecía una ratonera con piezas de aseo antiguas que la escritora embelleció con una potente iluminación y textiles de color rosa. También en el mismo lado, pero en la parte sur, se hallaba la cocina alargada con una ventana cuadrada con vistas al puerto cuyos muebles labrados al estilo de otra época destacaban del fondo gris por su color hueso. Lena modernizó la estancia con una hermosa vajilla blanca ribeteada de flores y frutas, una mesa de cristal templado, unas estilizadas sillas anatómicas de madera del sapeli y unas cortinas blancas muy coquetas que dejaban pasar toda la luz.

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Cap.13 La huida

En la habitación del hospital, los padres de Lena y Miguel se encontraban inmersos en una contagiosa felicidad que les permitió olvidarse del cansancio y las preocupaciones. El pintor, ajeno al bullicio de los futuros abuelos, agarró la mano de Lena y le susurró un «te quiero» apenas perceptible. La escritora acarició el rostro de su amado y con un gesto que reclamaba silencio comenzó a escribir en su diario. Miguel la miró sorprendido sin entender muy bien lo que estaba haciendo y esperó paciente a que terminara. Cuando Lena arrancó la hoja y se la entregó, este leyó: «Miguel, te quiero mucho. Debes sacarme de aquí, a mí y a mi amiga Grace que está en la habitación contigua. Han puesto micrófonos y nos tienen retenidas. El accidente fue provocado por la perforación de la corteza terrestre en un punto del mar cercano a la península de Cornualles. Ha muerto mucha gente y solo nos hemos librado las embarazadas de más de cinco meses. Es muy probable que la presencia de grandes cantidades de oro en el manto terrestre superior sea el motivo de la perforación submarina. Me temo que el gobierno y el ejército están involucrados en el asunto y buscan ganar tiempo y una coartada. Es imprescindible que podamos comunicar al mundo lo que ha sucedido para que no vuelva a ocurrir. Organiza la huida con disfraces y averigua lo máximo posible sobre la tragedia. No hables con nadie. Destruye rápido el papel en el baño. Ten confianza en mí, todo saldrá bien».

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Cap.14 La primera despedida

Cuando Lena abrió los ojos el lunes, se percató enseguida que era demasiado tarde. Su habitación se hallaba perfectamente iluminada y la luz entraba a raudales por el ventanal. Se giró despacio, observó a Miguel dormido con su brazo izquierdo sobre su cintura y lo besó con ternura. El pintor abrió los ojos, sonrió y los besos continuaron largo rato.

—¿Has dormido bien? —preguntó la escritora.

—Como un niño. ¿Y tú? —indagó el pintor.

—Mejor que bien. Voy a levantarme para preparar el desayuno. Puedes quedarte un rato más si lo deseas —dijo Lena.

—No. Te acompaño también. Debe ser tardísimo.

—Más de las diez —dijo la escritora—. ¿Quieres huevos con jamón?

—Sí, por favor. Y una buena cantidad de café. ¿Tienes cafetera italiana? —averiguó Miguel esperanzado.

—Claro. La utilizo de vez en cuando. La pondremos al fuego —dijo Lena.

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Cap.15 El periodista

Los participantes de la huida llegaron a Palencia a medianoche. La familia Serrano ofreció su casa el tiempo que fuese necesario, puesto que había suficientes camas y solo era cuestión de acomodarse un poco en la gestión doméstica. Al día siguiente sin falta, el nuevo equipo establecería las líneas de actuación. Ahora, después del esfuerzo titánico, lo que tocaba era dormir y asimilar las aventuras de la última jornada.

Los policías del hospital recibieron la información de la ausencia de Grace y Lena a mediodía y avisaron a la central de policía de Portsmouth. Se inició la búsqueda en un hostal en el que estuvieron los padres de Lena la primera noche sin rastro de la familia Hilton. Gracias a las indicaciones de Álvaro, las habitaciones del hotel se reservaron y pagaron con la tarjeta de Isabel, circunstancia que retrasó la visita de la policía y la localización de los componentes de la huida. A la hora del almuerzo, los policías desplegados encontraron los coches de las dos familias en el aparcamiento gratuito del hospital y llamaron al Ministerio del Interior para informar del hallazgo cuyos responsables de la operación ordenaron revisar todos los medios de transporte que pudieran haber utilizado.

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Cap.16 El regreso

Lena fue a buscar a Miguel al aeropuerto de Southampton en una calurosa tarde de agosto. Había pasado un mes desde su partida y aunque hablaban a diario por teléfono y se veían por el ordenador, la ausencia hizo mella en la pareja. La escritora presentía una ligera transformación sentimental del pintor y temía hallarla reflejada en sus ojos cuando lo viera. Se sentía agitada y la incertidumbre acrecentó su impaciencia. Cuando se abrieron las puertas automáticas y Miguel apareció con una sonrisa deslumbrante y la expresión de quererla con locura, salió a todo correr en su busca.

—Miguel, mi amor. No puedo vivir sin ti —dijo la escritora.

—Yo tampoco, cariño. Tenemos que buscar una solución como sea.

—Déjalo todo y ven conmigo a Polperro —dijo Lena.

—Sabes que no me importaría lo más mínimo, pero perdería mi trabajo y la única fuente de ingresos. Durante este mes he repasado todas las posibles maneras de encajar nuestras vidas y actividades artísticas en tu pueblo y no he encontrado ninguna solución razonable —dijo el pintor.

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Cap.17 La investigación

El director del periódico organizó la suplencia de una semana con su sucesor y puso la excusa de la mala salud de su mujer. Nadie en la oficina relacionó la reunión de la familia Serrano y sus acompañantes con el descanso del periodista. Álvaro era un buen amigo suyo y la noticia del próximo enlace de Miguel, comunicada en la visita que hizo el grupo con motivo de la presentación de su prometida inglesa, fue muy comentada aquel día en la sede del diario palentino.

El director abandonó su oficina, se encerró en el despacho de su casa y realizó la llamada al investigador de la Universidad de Granada. Actuaría con imparcialidad y profesionalidad para reducir al mínimo cualquier desviación o margen de error.

—Muy buenos días. Soy el director del periódico «El Diario Palentino». Su teléfono me lo ha proporcionado el Sr. Hilton, el padre de Lena, una de las muchachas supervivientes de la tragedia de Cornualles. Bien, si es tan amable, quisiera hacerle una entrevista sobre un tema científico de gran relevancia relacionado con el triste suceso.

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Cap.18 La segunda despedida

Lena y Miguel se levantaron temprano el miércoles para ir a la isla de Looe en la embarcación de Bob. Cuando bajaron al puerto, el marinero ya tenía el motor encendido y felicitó con entusiasmo a los jóvenes al recibir sorprendido el anuncio de su boda. Los felices novios habían decidido celebrar la ceremonia en la iglesia «St Wyllow» y Bob y su mujer estaban invitados a las nupcias y a la celebración en el pub «The Blue Peter Inn». Hacía un espléndido día y el marinero empezó a cantar una canción popular de Cornualles.

Lena lo siguió en el estribillo y Miguel los miraba admirado con la sonrisa en su rostro. El ruido del propulsor y los golpes de la lancha con el agua en su avance hicieron de coro y orquesta que difuminaban los fuertes alaridos de Bob y los gritos de alegría de Lena.

Llegaron a la playa de la ínsula de las hermanas Atkins y se despidieron de Bob mientras la embarcación ponía rumbo a Polperro. No tardó en llegar Steve, el guarda de la reserva marina, que al enterarse del enlace y ver el anillo besó a la escritora y abrazó a Miguel muy contento. Los acompañó hasta la campiña verde con forma de cola de perro que se adentraba en el mar en el otro extremo de la isla y se despidió deseándoles mucha felicidad y buena suerte.

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Cap.19 La noticia

El periodista se encontraba a punto de concluir el artículo. Había pasado gran parte de la noche en su desarrollo y durante las horas de vigilia rememoró varias veces sus primeros años en el oficio. Debía comer algo, echar una siesta y acudir a casa de la familia Serrano para el primer filtro de su trabajo. La tarea fue complicada y larga, y sintió una amarga responsabilidad que lo oprimía y le impedía dar por concluido el trabajo. Satisfecho por fin con la exposición de los detalles y el grado de emotividad del bien común exigido, cerró el ordenador, se acercó a la cocina para reponer fuerzas y se reclinó en el sofá a descansar un rato.

Álvaro lo recibió con alegría en su domicilio y lo invitó a pasar al salón donde Grace y las dos familias continuaban con su incesante labor de recopilación de información de los medios de comunicación internacionales.

 

—Hola a todos. ¿Cómo va ese trabajo? —dijo el periodista en inglés.

—Muy bien, en la recta final —respondió Isabel.

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Cap.20 La tercera semana de septiembre

Miguel aterrizó en Southampton el lunes 17 de septiembre del 2018. Lena fue a recogerlo con el longevo automóvil de Bob y apenas esperó la apertura de las puertas para lanzarse a los brazos del pintor. Lloró con toda la angustia de su alma entristecida y luego sintió vergüenza por haberlo hecho de ese modo. El mes de ausencia se había convertido en un agónico tormento para la pareja debido a que faltaba muy poco para la boda.

—Lena, cariño. No llores más. Te va a doler la cabeza —dijo el pintor.

—Te he echado mucho de menos, Miguel —respondió la escritora entre sollozos.

—Yo también, tesoro. Lo he pasado muy mal. Venga, vayamos hacia el coche.

Lena se fue calmando y sus ojos enrojecidos lograron escrutar a través de los enternecidos luceros de Miguel que la seguía queriendo, estaba segura, incluso más que la última vez. Lo besó con toda la dulzura que pudo y al despegar sus labios le ofreció una deslumbrante sonrisa de agradecimiento.

—Miguel, te quiero mucho. Lo sabes, pero no me cansaré de repetirlo.

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Cap.21 La pérdida

Lena murió seis días después de la partida de sus padres y Miguel. Los médicos dijeron que había sido una hemorragia subaracnoidea aneurismática de predisposición familiar, una rotura de un aneurisma cerebral que extravasa mucha sangre en el espacio subaracnoideo y puede llegar a provocar la muerte súbita. La madre de Lena confirmó al menos tres casos en su familia, lo cual ratificó el diagnóstico, puesto que su existencia triplicaba la probabilidad de que aparecieran aneurismas por causas genéticas. Un aumento súbito de la presión arterial fue el principal desencadenante de la posterior ruptura del aneurisma intracraneal.

Los médicos no se equivocaron, pero no supieron decir cuál fue el motivo de esa importante subida de la tensión arterial al no encontrar en la sangre de la escritora ningún indicio evidente que la produjera como hubiese sido la presencia de diabetes o drogas. Lena murió porque estaba enferma sin saberlo. Los genes de la escritora habían dado la orden de formar un enorme globo de sangre en uno de los grandes vasos intracraneales y el esfuerzo de las actividades que realizó durante sus últimos seis días terminó por romper el vaso dilatado formado.

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Cap.22 La novela

Miguel dejó la maleta en el recibidor, encendió las luces de toda la casa sin prestar atención a lo que se iluminaba y recorrió de izquierda a derecha con parsimonia cada uno de los habitáculos. En el baño, reparó en la fragancia de la colonia de Lena y en su armario con lazos y detalles de perfección. Se miró con desgana en el espejo y casi no reconoció al Miguel de las vacaciones. Su rostro había perdido la vitalidad y se parecía más a una máscara de carnaval que a un semblante humano. Se lavó la cara con agua fría y le dio rabia mojar y mover la toalla de su posición. Continuó su ruta por la cocina, blanca y gris, moderna y antigua, adornada con una hermosa vajilla e innumerables accesorios. Se sentó en la silla y contempló el imponente mar mientras percibía la esencia que desprendía la fruta madura. Pasó a la habitación de la pareja y observó con nostalgia, apoyados en el caballete, los cuadros de Lena, uno con el vestido de novia y otro en la cueva sobre una piedra. «Qué hermosa» —dijo en voz alta Miguel. El escritorio permanecía aún con señales de haberse quedado sin actividad de un modo repentino. Se colocó frente al lienzo en el cual Lena flotaba impávida bajo la roca desprendida que se le venía encima y descubrió que había pintado una premonición, al igual que los otros dos cuadros. A su mente acudieron las palabras de la escritora que lo animaban a pintar desde el interior de su alma en la campiña de la isla: «No pintes con la técnica, sino con el corazón. Ámame a través del cuadro como si fuera tu última oportunidad. Busca en lo más profundo de tu ser la razón por la que aquí y ahora me estás retratando».

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Cap.23 El final feliz

El gobierno británico cambió su actitud al comprobar el éxito rotundo del último artículo del periódico digital español. Su difusión internacional fue máxima y la opinión pública comenzó a manifestarse en las principales capitales europeas en contra de las perforaciones programadas de la corteza terrestre submarina en el planeta.

 

La primera ministra británica salió en la televisión de su país en un comunicado a sus compatriotas y al mundo entero. Con su anuncio televisivo, la responsable del gobierno británico quiso dar el pésame a las familias de las víctimas y reconocer el error que cometieron con la perforación del subsuelo marino tan cerca de la costa occidental de Cornualles. Manifestó también la conveniencia de estipular un acuerdo global entre los países desarrollados para el desmantelamiento de cualquier actividad que tuviera el objetivo de alcanzar el manto terrestre superior. De igual forma, declaró la puesta en marcha de un plan de emergencia nacional en el que las mujeres supervivientes y los familiares de las personas fallecidas recibieran importantes ayudas económicas para el resurgimiento de la actividad productiva y comercial de la zona afectada. En nombre de su gobierno, la primera ministra pedía perdón en público por el daño causado y anunciaba su propósito de procurar el descanso y la memoria de las personas que perdieron la vida en la mayor tragedia de la era moderna del Reino Unido.

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Cap.24 Polperro

Miguel terminó la novela de Lena y se quedó dormido. Cuando despertó, tuvo la impresión de que ella aparecería en cualquier momento. Esperó un poco con la vista puesta en la puerta y se entristeció de estar solo. Recuperó en su mente la última escena del final feliz que la escritora había ideado y sonrió con nostalgia al no poderla cumplir.

Se levantó y hacía frío. Fue en busca de la maleta a la habitación contigua y se vistió bien abrigado. Sacó sus cosas del equipaje y las colocó en el armario sin mover la ropa de Lena que seguía dispuesta a la perfección en todos los huecos. Se acercó a la cocina y puso a calentar la cafetera italiana. Se tomó los tres cafés que subieron y salió a pasear en dirección a la piscina de la capilla. Antes de subir por el camino, comprobó que la capilla seguía allí sin ningún rastro de incendio y a mitad de la cuesta, se giró para contemplar de lejos el hervidero de personas alrededor del puerto. La vida continuaba igual en Polperro, aunque faltaba su querida escritora.

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