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EL REMANSO DE IBIZA

 

Andrew McGregor es un joven párroco laico de la Iglesia de Escocia que opta por divorciarse de su mujer y abandonar la iglesia de Tobermory en la isla de Mull debido a la búsqueda infructuosa que realiza en su interior y que lo empuja a comenzar, de nuevo, lejos de todo lo que atenaza su alma. Una vez en Ibiza, conoce a cuatro personas que le permitirán descubrir la aventura más increíble que jamás hubiese podido imaginar: Isabel, una guapa barcelonesa con la cual se casará, Julián, el responsable del mayor recinto musical, Carlos, el polifacético relaciones públicas de los famosos y Alexei, el dueño de una empresa tecnológica rusa.

Andrew consigue cautivar los corazones de sus amigos, por lo que su familia ibicenca decide ayudarlo en la instalación de una casa de huéspedes para gais y, de forma muy especial, el multimillonario ruso, ya que será quien compre la mansión llamada «El remanso de Ibiza» e invierta, junto con su entusiasmado socio, en la puesta a punto del proyecto.

En muy poco tiempo, el restaurante de «El remanso de Ibiza» se convierte en el lugar chic de la isla blanca gracias al papel relevante de Isabel en el negocio, aunque, por desgracia, el azar pone a prueba al escocés y le enseña su cara más amarga con la muerte de Alexei, Isabel y su propia hija de corta edad, por lo que regresa a Edimburgo y vuelve a su Iglesia, pero, esta vez, como sacerdote del templo más antiguo aún en uso, Duddingston Kirk, para entregarse de lleno a su verdadero destino: enseñar la Palabra del Señor a los jóvenes para que disfruten de la fiel amistad que brinda Dios.

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Cap.1 Ser diferente

Aquel día, Andrew McGregor descendía ensimismado repasando su sermón del sábado por la empinada calle Victoria en dirección a su iglesia presbiteriana de Tobermory. El religioso laico continuaba abrumado ante los inauditos cambios aparecidos en las últimas semanas. Recién separado de Leslie Kirkpatrick, una piadosa joven sin mucha gracia dedicada por entero a inmiscuirse en los diferentes asuntos que poco o nada iban con ella, el sacerdote decidió marcharse lejos una vez cursada su petición de baja en la parroquia de la Iglesia de Escocia de la isla de Mull y rubricado el documento de divorcio de mutuo acuerdo, aunque con un solo firmante convencido de la ruptura.

Andrew abandonó trabajo y esposa para llegar a ser él mismo. No lo hizo por las razones que esgrimieron muchas de las voces que se alzaron en su contra, las cuales, sin ser culpables integrales de la maledicencia, se convirtieron en pérfidos secuaces del perverso monstruo llamado sociedad que atenaza desde siempre a los ciudadanos eliminando su libertad, imponiendo el comportamiento más adecuado para la época y delimitando una cruel frontera que muy pocos se atreven a cruzar, pero que cuando alguien osa atravesarla es señalado como persona non grata que se halla al margen de los inquebrantables designios divinos que la gente dice defender en nombre del Todopoderoso.

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Cap.2 Su mujer

Leslie Kirkpatrick era una joven pelirroja de frente ancha y ojos azules que vestía de forma recatada con faldas largas y camisas cerradas hasta el penúltimo botón. Su piel pecosa, blanca y sonrosada, le daba un aspecto gracioso que no era suficiente para ocultar su irritante personalidad resabiada y metomentodo. No consiguió quedarse embarazada de Andrew en los dos años de matrimonio y se negó con rotundidad a los ruegos de su marido para que se pusiera en manos de un ginecólogo, lo cual se convirtió en un alivio para el párroco cuando tomó la firme determinación de divorciarse de su mujer y dejar su puesto de religioso en la por entonces poco ilusionante Iglesia de Escocia.

Leslie y Andrew vivían de alquiler en la parte alta de la calle Victoria, muy cerca de la iglesia, en una casa de una sola planta con tejado de pizarra. La joven tenía un pequeño coche de color rojo que aparcaba delante de la vivienda y que solía utilizar para acudir a trabajar como camarera en uno de los restaurantes situados en la avenida principal muy cerca de su domicilio. Ambos mantuvieron durante años un casto noviazgo en Edimburgo hasta que su relación se precipitó en matrimonio cuando Andrew fue destinado a Tobermory en la isla de Mull.

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Cap.3 Edimburgo

Andrew McGregor regresó a casa de sus padres en la tranquila calle Guthrie de la ciudad vieja de Edimburgo con muy poco equipaje, puesto que la mayoría de sus pertenencias las había donado al albergue juvenil con el que colaboraba la parroquia. Sus progenitores fueron a recogerlo a la estación de autobuses y, una vez en el coche, todos los miembros de la familia charlaron entusiasmados durante el corto trayecto mientras Andrew echaba pequeños vistazos a la bella ciudad universitaria repleta de historia y monumentos en la que fue tan feliz toda su vida hasta su traslado a Tobermory hacía más de dos años.

El padre de Andrew se llamaba Walter y trabajaba como jardinero para el ayuntamiento mientras que Maisie, su madre, era auxiliar de enfermería en el Western General Hospital. Ambos eran feligreses de la catedral de Saint Giles, el lugar de culto presbiteriano más importante de Escocia en cuya nave central se hallaba erigida una estatua de John Knox, el líder de la Reforma escocesa. Ambos padres eran muy devotos y cuando recibieron la noticia de que su hijo quería convertirse en un religioso laico se pusieron muy contentos, ya que para ellos no existía nada más importante que la fe. Años después, la sorpresa del divorcio de su único hijo no fue nada comparada con el terrible disgusto que recibieron cuando se enteraron de que pensaba abandonar el cargo de párroco en la iglesia de Tobermory y renunciar a toda relación con la Iglesia de Escocia.

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Cap.4 Ibiza

Los padres de Andrew notaron un brillo especial en los ojos de su hijo cuando lo vieron entrar por la puerta de su domicilio. Se dieron cuenta enseguida de que traía buenas noticias y se abalanzaron sobre él para arrebatarle los folletos y sonsacarle el lugar escogido para establecerse después de abandonar de sopetón todo lo que tenía. Cuando ojearon las fotos de algunas playas paradisíacas y de las habitaciones de un apartahotel en la isla de Ibiza, se llevaron una grata sorpresa y se abrazaron muy felices por el acierto de su elección.

—Me encanta España y has elegido el mar Mediterráneo. Fíjate qué lugares más bonitos y qué aguas más cristalinas —dijo Maisie.

—Me han dicho que la única responsable de mantener limpio y vivo el ecosistema marino es la posidonia —dijo Andrew.

—Eso es. Las praderas de algas distribuidas por todo el litoral de las islas Baleares son las que conservan en perfecto estado sus aguas —dijo Walter.

—Algo así como ocho kilómetros de preciosas colonias de algas en las profundidades del mar que hacen inmejorable la calidad del hábitat marino de la isla, la mayor concentración que hay en Europa y el organismo vivo más grande del planeta —dijo Andrew.

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Cap.5 La discoteca

Andrew consiguió disfrutar de una maravillosa mañana de playa, como nunca lo había hecho antes, mientras descansaba adormecido al calor de los rayos verticales del sol primaveral y al murmullo de las olas que llegaban al borde de la toalla. Recogió sus cosas y con la mochila al hombro se dirigió a uno de los chiringuitos de aire tropical que, además de batidos y cócteles, servía comida mediterránea de manera informal. Bajo un tejadillo de brezo, el expárroco degustó un plato combinado formado por tres tipos de pescado azul, gambas, calamares enteros y espárragos trigueños a la brasa con una guarnición de zanahoria, coliflor y patata cocidos. Después, un buen postre, un café y la inmejorable presencia en el mar de las islas Espalmador y Formentera hicieron las delicias del joven, el cual no dejaba de pensar en la guapa morena con la que deseaba volver a charlar por la noche. Cuando la gente empezó a marcharse del club de playa, Andrew cogió el coche de alquiler y puso rumbo al hotel para descansar un buen rato en su habitación antes de acudir a la fiesta en la discoteca.

El complejo hotelero que albergaba el recinto musical constaba de una inmensa torre rectangular principal pintada de blanco, moteada de apartamentos con vistas al mar, y adornada con motivos florales, una piscina exclusiva a su derecha y, tras ella, una disposición cerrada de chalés de tres alturas con terrazas en cuyo interior se encontraba el escenario, la pista de baile, una piscina enorme con el nombre del promotor en el fondo y una zona vip con butacones y mesas lacadas en blanco, en la parte opuesta y frente al espectáculo, en la cual se podía disfrutar de una impactante panorámica debido a su privilegiada situación.

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Cap.6 Dalt Vila

La antigua ciudadela amurallada de Ibiza reposa sobre un pequeño monte, el Puig de Vila, y es por ello que recibe el nombre de Dalt Vila, ciudad alta. Fundada por los fenicios, pronto se convirtió en una de las poblaciones más importantes en el mar Mediterráneo y recibió numerosos pobladores. Durante el Renacimiento, los reyes Carlos I y Felipe II construyeron la inexpugnable muralla para defenderse de las constantes invasiones. Hoy en día, las fortificaciones somos nosotros mismos.

Isabel era una guapa, esbelta y delgada morena que vivía a tope el presente. Segura de sí misma, y de que el futuro la deparaba la mejor de las fortunas, se desenvolvía en Ibiza sin amor, a excepción de unas relaciones que no alcanzaron el mes de duración por motivos que no llegó nunca a plantearse. Aquella mañana, se preparaba frente al espejo de su habitación en el complejo hotelero donde trabajaba con la misma determinación que si lo hiciese para salir a trabajar al escenario. Para ella, Andrew era un nuevo amigo y deseaba ayudarlo, pero ni por un instante se había planteado la posibilidad de llegar a intimar con el expárroco. La barcelonesa, al igual que la fortificación que iban a visitar, aún conservaba el caparazón que la hacía insensible a las llamadas de Cupido.

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Cap.7 Julián

Al llegar al complejo turístico donde trabajaba Isabel, Andrew aparcó el coche y la acompañó hasta la entrada. Justo cuando se despedían con un beso en la mejilla, salió Julián del recinto festivo.

—Hola, pareja. Ya veo que lo pasáis en grande —dijo el máximo responsable del recinto musical.

—¿Tienes envidia, querido jefe? —preguntó Isabel.

—No, mujer. Me gusta veros disfrutar de la vida —respondió Julián.

—Tú te lo pierdes, corazón. Os dejo que llego tarde.

—Andrew, te invito a un cóctel en una azotea con vistas al mar que hay aquí cerca. Tengo media hora libre. ¿Te apuntas?

—Claro que sí. Quizá, puedas explicarme el porqué pasado, presente y futuro existen a la vez. Mira que le he estado dando vueltas al tema y no he podido llegar a entender el significado.

—Está bien. Caminemos hacia el sitio. Escucha con atención, Andrew. El tiempo no fluye. Pasado, presente y futuro existen de la misma forma y de manera simultánea como una ilusión. Sin embargo, percibimos que los acontecimientos avanzan en una sola dirección gracias a que se producen cambios, puesto que lo que experimentamos es una rápida sucesión de experiencias subjetivas conscientes. Sin variaciones, no tendríamos una noción clara del tiempo.

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Cap.8 El millonario

El dinero no hace la felicidad, pero quien lo posee no tiene que dejarse la piel en conseguirlo y suele estar mejor preparado ante la adversidad. Sin entrar en detalles de cómo la fortuna ha llegado a manos de unos pocos, en Ibiza, durante el verano, se concentra una nutrida colección de millonarios que se afanan por demostrar lo que atesoran exhibiendo los lujos y caprichos más extravagantes para asombro y admiración de todo el resto de los mortales. Nunca sabes lo pobre que eres hasta que no visitas la isla blanca.

Alexei era un multimillonario ruso que disfrutaba de Ibiza, al menos un mes seguido, todos los años. Solía alojarse en el mejor de los apartamentos del hotel espectáculo y mantenía una sólida amistad con Julián desde hacía tres años. También le gustaba reservar un yate de treinta metros de eslora a once mil euros diarios, comida, extras y gasóleo aparte, y sus fiestas a bordo eran conocidas, esperadas y apoteósicas. Alexei aterrizaba solo y de la misma forma que llegaba marchaba a su país, aunque con el cuerpo deshecho y la mente recargada para otro año de intenso trabajo. Era el dueño de una empresa tecnológica y odiaba tener posesiones, por lo que siempre rechazó cualquier oferta que le presentaron para comprar alguno de los numerosos inmuebles que le ofrecieron en Ibiza.

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Cap.9 La noche de pasión

El multimillonario ruso siguió bebiendo mientras Andrew se pasó a los cócteles con poco alcohol. Tras la conversación amena que mantuvieron los dos futuros socios, Alexei sintió la necesidad de compañía femenina y llamó a Julián para que enviase a dos guapas señoritas. En diez minutos, acudieron Nuria, una hermosa chica de cabello liso muy rubio con un ligero vestido negro de tirantes que dejaba al descubierto sus largas piernas, y su amiga Beatriz, una encantadora morena de pelo ensortijado con un conjunto floreado que tapaba lo justo. Ambas eran de Madrid y llevaban pocos días en el complejo hotelero musical, aunque ya habían hecho amistad con algunos empleados encargados de la vigilancia de la zona privada del recinto, por lo que Julián fue a su encuentro para proponerles la invitación siguiendo las indicaciones de sus hombres.

—Bienvenidas señoritas a nuestra fiesta y gracias por aceptar nuestro ofrecimiento —dijo Alexei en inglés mientras las besaba con efusividad.

—Hola, me llamo Nuria y ella es Beatriz —se presentó una de las chicas en el mismo idioma con una amplia sonrisa.

—Mi nombre es Alexei y el de mi socio Andrew.

—Encantada —saludó Beatriz a los dos hombres.

—Mucho gusto —dijo Andrew con cara de asombro ante la belleza de las dos jóvenes que se sentaron junto a ellos.

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Cap.10 La vivienda

Antes de abandonar la habitación, Alexei avisó al chófer y llamó a Julián. El multimillonario relató al responsable del recinto musical su intención de encontrar una vivienda para montar un negocio junto con Andrew. Habían pensado en una pequeña casa de huéspedes, por lo que Julián le dio el teléfono de Carlos, el estilista de famosos y comisionista de ciertas propiedades de sus amistades más íntimas, y le aconsejó sus servicios, ya que también era el decorador de muchos de los restaurantes, hoteles y chalés de lujo de Ibiza.

—Hola, pareja —dijeron Alexei y Nuria agarrados de la mano.

—Buenos días. ¿Preparados para la aventura? —preguntó Andrew.

—Claro. He estado hablando con una persona que me ha recomendado Julián. Se trata de un decorador multifacético que vive en Dalt Vila y que dice tener la casa idónea para nosotros. Nos espera en una dirección que me ha proporcionado —dijo el multimillonario.

—Lo conozco. Ayer mismo, un poco antes de conocernos, me lo presentó Julián en el reservado privado del recinto musical. Es un escritor afincado en la isla desde hace cuarenta años que se dedica a organizar fiestas y a decorar muchos de los locales de ocio de renombre. Todo el mundo lo conoce en Ibiza. Nos vendrá bien trabajar con él —dijo el expárroco.

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Cap.11 El negocio

El chófer acercó a las dos parejas al banco con el que operaba Alexei en su país. El director de la sucursal conocía muy bien al multimillonario y recibió al grupo en su despacho. Una vez explicado el motivo de la visita, en pocos minutos, los empleados bancarios prepararon un sobre grande con el dinero del contrato y un cheque bancario nominativo con la cantidad acordada. El propio director habló con la notaría de su confianza para concertar la cita de la compraventa al día siguiente, por lo que Alexei llamó a Carlos y le comunicó la hora y lugar de la firma. Le pidió también enviase los documentos a la notaría por medio de un transporte urgente para que esta dispusiera el otorgamiento de las escrituras.

Una vez en el coche, regresaron a la casa que iban a comprar situada a tan solo doce kilómetros de distancia de la capital. En el trayecto de vuelta, Alexei aprovechó la buena disposición de sus amigos entusiasmados con el proyecto para establecer los términos de lo que sería su sociedad con Andrew.

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Cap.12 La fiesta en barco

Al día siguiente, Alexei firmó las escrituras de compraventa y los dos socios dieron de alta su sociedad en la notaría. Más tarde, hicieron dos transferencias: una, a la cuenta bancaria del proveedor hindú escogido por Carlos, el cual suministraría los elementos de la decoración y el mobiliario, y otra, a la del escritor. Por la tarde, encargaron la instalación del restaurante a la mejor empresa ibicenca montadora de este tipo de estructuras con la misma habilidad y rapidez manifestada en las anteriores compras. Antes de acudir a la fiesta en el hotel espectáculo y reunirse con Nuria y Beatriz en la cama balinesa, los dos socios se acercaron con el chófer a la casa de huéspedes recién adquirida para deleitarse con el halagüeño futuro que deparaba su proyecto.

—Es extraordinaria, Andrew. Hemos tenido mucha suerte al encontrar un lugar como este —dijo el multimillonario desde la azotea.

—Tienes razón. Es el momento de elevar la apuesta y organizar el mejor restaurante étnico de Europa.

—Eso significará un mayor esfuerzo por tu parte.

—Lo sé, Alexei. Te mantendré informado si necesito algo. De todas formas, no sería mala idea si pudieras trasladar tu empresa tecnológica a esta hermosa isla.

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Cap.13 La droga

Nuria y Beatriz se marcharon de Ibiza el lunes con la sensación de haberlo pasado genial y con la satisfacción de haber conocido a unos jóvenes estupendos. Los dos socios aprovecharon esta circunstancia para involucrarse más de lleno en la futura inauguración del pequeño hotel y el restaurante. Las obras habían comenzado e infinidad de empresas ultimaban los detalles que requería la casa en su perfecta adecuación destinada al colectivo gay. De igual modo, sobre la plataforma de hormigón en la que se iba a levantar el recinto acristalado que albergaría el gran salón de comidas, el aparejador de la empresa instaladora tomaba ya medidas para la fabricación de la imponente estructura que sobresaldría majestuosa por encima del muro encalado de la calle principal.

Las clases de español avanzaban a buen ritmo e Isabel congeniaba a la perfección con Andrew, puesto que el expárroco se comportaba de manera admirable con la profesora y le dejaba con resignación el papel de guía espiritual en su adaptación al complicado comportamiento que los turistas de diferentes nacionalidades protagonizaban en la capital ibicenca y en el resto de sus poblaciones más importantes. Ibiza era mucho más que un sitio de playas y calas paradisíacas, era uno de los lugares de mayor consumo de drogas en España, tanto por la gente española como por la extranjera. Los diferentes cuerpos policiales estaban desbordados y, a pesar de las diferentes redadas efectuadas a italianos, marroquíes, británicos y peruanos, los estupefacientes corrían por las calles turísticas y las salas de fiesta de la ínsula con la mayor impunidad.

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Cap.14 La inauguración

Los trabajos de instalación del recinto que albergaría el salón de comidas se realizaron en los plazos previstos. Tocaba el turno del decorador, el cual ya había transformado las quince suites con un cierto aire árabe en estancias propias de un marajá de la India con la colocación de colchas hindúes de llamativos colores, repletas de motivos florales en círculos concéntricos, y preciosos muebles vintage. Carlos inició el proceso de creación de la atmósfera del restaurante con la colocación de las mesas y sillas envejecidas en tonalidad verde esmeralda. Posteriormente, estableció el mobiliario de pared en color oscuro para que resaltara sobre el fondo ocre elegido en los dos laterales cortos construidos de ladrillo caravista. Unas fuertes y níveas cortinas con cenefa azul turquesa colgadas sobre barras de madera noble y recogidas con bonitas borlas que dejaban penetrar toda la luz de la isla blanca completaron el grueso de la decoración principal.

Las reuniones habidas con los dueños del hotel aledaño a la casa establecieron un acuerdo de colaboración bajo estrictas condiciones leoninas a favor de los fuertes empresarios hosteleros, las cuales fueron aceptadas por los dos socios, ya que les permitían reducir riesgo e inversión.

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Cap.15 El accidente

Los primeros clientes llegaron a «El remanso de Ibiza» el domingo por la mañana. Fue una pareja de británicos homosexuales recién desembarcados del avión y que nunca antes habían visitado la isla. Quique los atendió con entusiasmo y los acompañó a su habitación en la que les mostró la preciosa e íntima terraza que tenían para ellos solos y les explicó un poco el funcionamiento de la casa de huéspedes y los distintos servicios y dependencias que podían disfrutar durante su estancia. Luego, se despidió y quedó a la espera de lo que necesitasen.

Un poco más tarde, llegaron dos alemanes que casi no entraban por la puerta de las escaleras que conducían al solar superior de la segunda suite. De igual forma, el joven vasco se esmeró en su recibimiento y la pareja quedó encantada con el encargado del pequeño remanso de paz para gais.

 

El teléfono del restaurante étnico no paró de sonar desde primera hora e Isabel atendió las reservas de las mesas mientras Andrew y las camareras se afanaban en la perfecta presentación del local. Era el primer día de apertura y tenía visos de convertirse en el segundo éxito del reducido equipo de amigos.

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Cap.16 Los padres

Alexei Kravinsky, o lo que los forenses dijeron que eran sus restos, fue enterrado en Moscú en una ceremonia fúnebre a la que Andrew no acudió por consejo del notario para no entorpecer la venta de la empresa tecnológica, puesto que también acudirían los dos empleados rusos que sabían de la existencia del amigo y socio de Alexei en Ibiza, así como de su intención de venderla a la competencia con el riesgo que esto conllevaba para sus puestos de trabajo.

Andrew no había entrado en una iglesia desde que abandonó Escocia. El mismo día del entierro de Alexei, el expárroco e Isabel se acercaron a rezar por su alma a la catedral de la Virgen de las Nieves en Dalt Vila y hablaron con su amigo fallecido mediante su oración y meditación. Le dieron las gracias a Dios por la fortuna de haberlo conocido y le rogaron que intercediese por él. Tras casi una hora de introspección, se despidieron de Alexei deseando encontrarse con él algún día en el Reino de los Cielos.

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Cap.17 El tercero en discordia

Los padres de Andrew se marcharon a Edimburgo muy contentos con sus vacaciones y la puesta en marcha del negocio de su hijo. En sus últimas palabras, le recordaron a Andrew que cuidara de Isabel para que en un futuro pudiesen formar una familia. El expárroco les indicó que ya la mimaba y que lo seguiría haciendo, pero que la relación no dependía de él, sino de su socia.

Los meses pasaron rápido y llegó el invierno a la isla. Los clientes de la casa de huéspedes se redujeron a seis parejas que disfrutaban de una semana en temporada baja con el placer del silencio y la naturaleza en su máximo esplendor. El restaurante étnico, por su parte, seguía recibiendo media entrada gracias al hotel principal y a la fama gastronómica que alcanzó en muy poco tiempo entre las personas de alto nivel económico que tenían vivienda en Ibiza.

Andrew e Isabel decidieron descansar los lunes, de forma alterna, y solían aprovechar el día libre para retomar sus actividades preferidas. Sin embargo, continuaron con sus clases de español todos los días, las cuales habían dado su fruto, puesto que Andrew se desenvolvía con gracia y soltura con los comensales. El equipo formado por las tres camareras madrileñas libraba, de manera rotatoria, de martes a jueves y Quique prefirió reducir su horario de trabajo.

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Cap.18 La opción de compra

Isabel regresó a «El remanso de Ibiza» y recibió la ayuda diaria de un psicólogo especialista en el tratamiento de desintoxicación, el cual consiguió que abandonara la adicción mediante diversas técnicas que la enseñaron a controlar sus pensamientos incorrectos y su frustración. Asimismo, Andrew contrató a una joven profesional del yoga y la meditación a cuyas clases también se apuntó.

En los meses de rehabilitación, Isabel fue mejorando de forma ostensible gracias a la ayuda profesional y a la inestimable colaboración de su equipo, pero sobre todo a la de su querido amigo. Poco a poco, la socia de Andrew fue tomando responsabilidades en el negocio y su irritabilidad y desasosiego desapareció para siempre trayendo consigo la sonrisa bondadosa que todos conocían. En la primavera, el psicólogo dio por concluida la terapia y los dos amigos decidieron continuar con las técnicas de relajación. Ese fue el espaldarazo principal a la incorporación de Isabel en el proyecto, ya que le dio un importante subidón de energía que canalizó en el trabajo que había abandonado hacía ya tres meses.

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Cap.19 La noche divina

Los cuatro colaboradores se reunieron con los responsables del refugio de perros Can Gossos en San Rafael y les propusieron la idea de Andrew. La protectora recibiría seiscientos un mil euros para mejorar sus instalaciones a cambio de implementar un servicio de recogida, paseo y alojamiento de las mascotas de los clientes de ambos negocios. Una vez aceptada la oferta, cuya duración era de cinco años, las dos empresas incluyeron en sus páginas web la disponibilidad del servicio de guardería de los perros de todos sus clientes, de manera gratuita, ofreciendo información de los horarios de entrega y recogida. Por supuesto, ambas sociedades no recuperaron la totalidad del dinero entregado, pero al menos sirvió para recibir más visitas de turistas amantes de sus mascotas perrunas, sin esfuerzo ni complicaciones, y aumentar el número de adopciones de los canes del refugio.

Los propietarios del hotel olvidaron su interés por hacerse con «El remanso de Ibiza» y dieron órdenes a Agustín para que mejorase la interacción y la calidad de la relación entre ambos negocios, ya que comprobaron complacidos cómo sus ingresos se elevaban, de nuevo, con otra de las ideas de Andrew.

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Cap.20 La vida es amor

Los dos amigos se reunieron con el director del hotel principal y expusieron la idea de organizar una fiesta de solteros. Agustín aceptó la propuesta, pero puso bastantes restricciones al nuevo proyecto para que no se viesen perjudicadas las instalaciones del hotel.

La fecha elegida para la celebración del evento fue justo un mes después de que Isabel y Andrew iniciaran el noviazgo. La fiesta se publicitó de todas las maneras posibles y atrajo a muchas personas desparejadas que aprovecharon la ocasión para tomarse unas vacaciones, puesto que deseaban pasárselo bien y, si la ocasión era propicia, encontrar a su media naranja.

De las tres camareras, solo Carmen estuvo acompañada durante toda la velada, aunque el chico, poco tiempo después, se inventó las excusas más dispares para diluir la frágil relación que surgió entre ambos. No les sucedió lo mismo a Ruth y Natalia que disfrutaron de lo lindo bailando y hablando con todos los hombres que pudieron sin la peligrosa meta impuesta por algunos de buscar una pareja. Por su parte, Quique avisó a sus jefes que prefería trabajar, ya que se encontraba más cómodo atendiendo a los turistas gais, los cuales se hicieron fuertes en una de las terrazas privadas de «El remanso de Ibiza» desde la que contemplaron alegres la batalla de corazones que se disputaba en el jardín y de la que fueron privilegiados observadores.

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Cap.21 La noticia

Isabel y Andrew pasaron unos pocos días en Edimburgo. El expárroco le enseñó a su mujer todas las estrechas callejuelas adoquinadas de su magnífico casco antiguo en las que disfrutaron de abundantes desayunos y comidas en los mejores pubs de su ciudad natal y en las que se sintieron muy a gusto y en paz con Dios escuchando folk escocés. En la segunda jornada, la pareja recorrió los jardines de Princes Street para llegar a Calton Hill, desde donde pudieron contemplar la bella urbe de Edimburgo en todo su esplendor. A la mañana siguiente, visitaron el Castillo que se erigía al oeste de la ciudad y recorrieron la Royal Mile, una larga calle que da origen a la desconocida milla escocesa, hasta llegar al Palacio de Holyroodhouse, al este. En los tres últimos días de su estancia en la capital, el matrimonio se sumergió en la magia de la catedral de Saint Giles y visitaron los principales museos como el Museo Nacional de Escocia, el de Edimburgo, el de la Guerra de Escocia y el People’s Story Museum.

Fueron unas vacaciones para desconectar y retroceder en el tiempo con el placer de la comida y el amor, por lo que regresaron relajados y retomaron su actividad con la firme voluntad de que su relación siguiera creciendo aún más.

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Cap.22 La enfermedad

Los padres de Tanit regresaron juntos a casa tras el ingreso de su hija en el hospital. Ambos sentían rabia y frustración, aunque era Isabel la que manifestaba de manera abierta su miedo y ansiedad. Por suerte, Andrew guardó la calma e inició el titánico proceso de lucha ante la enfermedad degenerativa de su pequeña una vez confirmado el diagnóstico con la prueba genética.

En primer lugar, el expárroco contrató el servicio de una psicóloga especializada en atender a los padres con hijos diagnosticados de enfermedades crónicas graves. La especialista les ayudó a realizar la descarga emocional y a digerir la convivencia con la enfermedad de Tanit. Poco a poco, fueron desvaneciéndose ciertos pensamientos dañinos, como los de no creerse lo que estaba sucediendo, y aceptaron la pérdida funcional de su hija con todas las limitaciones físicas que la afección supondría para su pequeña.

En segundo lugar, Andrew contactó con la Asociación Balear de Fibrosis Quística y la Fundación Respiralia, y el matrimonio se apuntó al programa de acogida, orientación y seguimiento de personas con fibrosis quística y sus familias. Los profesionales responsables sirvieron de gran ayuda a Isabel y Andrew para que gestionasen sus temores y aprendiesen a trabajar por el bien de su hija, por lo que ambos descubrieron la importancia de la educación en fibrosis quística para la salud futura de Tanit con el objetivo de mejorar la calidad de vida de su pequeña a través de cursos y seminarios teóricos y prácticos sobre la fisioterapia respiratoria y las técnicas de inhalación.

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Cap.23 La muerte de Tanit

Los médicos del hospital no pudieron eliminar a la peligrosa bacteria Pseudomonas aeruginosa de los pulmones de Tanit y se estableció una grave colonización crónica con morfotipo mucoide y respuesta inmunológica permanente. Al cabo de unos meses, una exacerbación respiratoria complicó la función pulmonar de la pequeña y requirió su ingreso en el hospital debido al aumento de la carga bacteriana e inflamación. A los pocos días, Tanit desarrolló, de forma lenta y progresiva, hipertensión pulmonar e hipertrofia del ventrículo derecho: cor pulmonale, y murió sin que ninguna de las medidas adoptadas por su pediatra y el resto de especialistas tuviera éxito.

Los padres no están preparados para enterrar a sus hijos y algunos sufren más de lo debido, ya que continúan afrontando el duelo con demasiado dolor. Isabel mantenía un vínculo fuerte con su hija, el cual fue el principal responsable de hundirla en el pozo más oscuro de las aflicciones. La madre no supo entender que la tristeza es para toda la vida y se negó a mantener un luto constructivo, imprescindible para que el tiempo disminuyera el impacto de su pérdida. En realidad, nadie puede superar la muerte de un hijo por completo, pero, durante el duelo, las personas construyen una fortaleza especial para sobrellevar la tragedia. Isabel se sumió en un estado de conmoción, debido a su sentimiento de culpa, en el que la realidad se desligó de su persona. Le dolió mucho comprobar que ya no disfrutaba de lo que tenía a su alrededor, su marido, y se desentendió del trabajo a pesar de los consejos de la psicóloga para que se reincorporase al restaurante étnico después de que se tomara todo el tiempo que ella necesitase.

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Cap.24 La salida más fácil

A la mañana siguiente, Isabel se levantó con los brazos entumecidos y la cabeza llena de pájaros. El antidepresivo recetado le produjo mareos, irritabilidad y un deseo irrefrenable de acabar con la situación de dolor, ira y sufrimiento que padecía. Cuando finalmente se acercó a la cocina, Andrew se levantó para besarla, pero su enfado era tan grande que lo rechazó de manera brusca. La enorme frustración que sentía por no poder devolver la vida a su hija se concentró en su marido como el único culpable de su muerte, aunque una parte de su yo femenino sabía que Andrew no tenía la culpa y que lo que estaba haciendo era injusto.

De forma paradójica, uno de los medicamentos prescritos estaba contraindicado a menores de edad debido a la mayor frecuencia de comportamientos suicidas y se aconsejaba la monitorización de los pacientes menores de veinticinco años al inicio del tratamiento, lo cual no se llevó a efecto en el caso de Isabel por su edad y porque la siguiente visita estaba dispuesta a la semana siguiente. Sin embargo, las indicaciones del medicamento indicaban con claridad que si la persona, joven o mayor, empeoraba su depresión o sentía deseos de atentar contra su vida regresara al médico cuanto antes.

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Cap.25 El regreso

Andrew pasó una pequeña temporada en casa de sus padres, pero a los pocos días de su llegada se acercó al Concilio del Sacerdocio que la Iglesia de Escocia tenía en la calle George Street con la intención de volver a ser párroco de su doctrina. Lo atendió un miembro de la Asamblea General, organismo supremo de la Iglesia de Escocia que se reúne todos los años en mayo en Edimburgo, y le propuso que fuera el pastor de la iglesia Duddingston Kirk situada al sudeste de la ciudad debido a la enfermedad del religioso al cargo. El joven McGregor no daba crédito a lo que estaba escuchando. Uno de los máximos responsables de la Iglesia de Escocia quería que se convirtiera en el párroco de una de las iglesias, aún en uso, más antiguas de Escocia, templo fundado en el siglo XII por un caballero normando en tierras que le fueron concedidas por el rey David I de Escocia. El ilusionado viudo accedió y confirmó a la autoridad religiosa su visita a la mañana siguiente para conocer al reverendo que en breve dejaría la iglesia.

Cuando Andrew se apeó del taxi en el exterior del antiguo templo, una luz salió de entre las nubes e iluminó la carretera adoquinada y el alto minarete fortificado pegado a la añosa verja que servía de entrada a la iglesia más especial y pintoresca que jamás había visto en su vida. Al pie de la torre, divisó un banco de piedra donde se leía: «el fuego hizo el asiento al lado del agua» y, sobre este, una ventana alargada con la parte superior redondeada en la que aparecía el nombre del recinto religioso en letras doradas sobre una placa de color gris oscuro. En la parte inferior, y detrás del cristal, unas hojas blancas con los horarios y servicios del centro de culto desentonaban del sobrio lugar amurallado.

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