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MALDITO. La historia de un narco redimido por el amor.

 

Esta es la historia de Faustino Suárez, el lugarteniente del narcotraficante de cocaína más importante de Galicia. Un trepidante relato que narra las peripecias en las que se ve inmerso a lo largo de dos décadas convulsas del narcotráfico en las Rías Baixas.

Faustino comienza con los “señores do fume” desde abajo y muy pronto se convierte en un avezado piloto de planeadoras, por lo que gracias a su destreza e inteligencia alcanza la cima en el clan cambadés de la “fariña”.

Durante la celebración de Nochevieja del cambio de siglo, el señor Suárez conoce al amor de su vida en un lujoso hotel de Vigo la misma noche del asesinato de sus compañeros a manos de dos sicarios colombianos. Faustino escapa de una muerte segura y rehace su vida al lado de Isabelle gracias a que el destino le permite dejar atrás la organización y vivir en París con su esposa hasta el final de sus días.

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Cap.1 El mal de ojo

De todos es sabido que desear la muerte del prójimo acarrea muy malas consecuencias para quien las da y las toma, aunque muchos mezquinos personajes merezcan todas las funestas papeletas. No sucede igual si la codicia reposa sobre su mujer, puesto que, en la mayoría de las ocasiones, la concupiscencia suele promover las ansiadas relaciones amorosas.

Con el estreno de un nuevo día y en unos chalés de Vilanova de Arousa, la maldición del desesperado Faustino Suárez recayó sobre su vecino cuando discutían a grito pelado a causa de los molestos y persistentes ladridos de unos perros de caza encerrados en una jaula de bloques en la linde entre ambos. Al acercarse con rabia el dueño de los canes frente al enojado señor Suárez, Faustino le espetó con desprecio: «A ver si te mueres de una vez». Manifestación que, en circunstancias normales no hubiese provocado nada, propició en el cazador el desarrollo de un galopante cáncer de colon que indujo el prematuro sepelio del montero y el beneficio de su señora guardada con celo y por fin puesta a tiro.

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Cap.2 La descarga

Durante el verano de 1977 y a los pocos días de las primeras elecciones generales de España tras la dictadura, Faustino abandonó la casa de sus padres en Rianxo a los diecisiete años y se fue de alquiler a un piso en Vilagarcía de Arousa con su colega Ramón Durán. Los dos amigos consiguieron ahorrar algún dinero con penosos trabajillos relacionados con la pesca a los que se dedicaron de lleno una vez que abandonaron la escuela, por lo que se marcharon al pueblo en el que, según decía la gente, podías ganar en un día tanto como en dos meses de peón.

El joven Durán levantaba solo hasta los hombros de Faustino, aunque poseía una descomunal fuerza adquirida con las artes de pesca. Una noche, se ganó la confianza de un rapaz de Vilagarcía de Arousa a quien conoció de jarana, ya que andaba con una moza cuya hermana era a su vez la chavala de Ramón, el cual lo animó a trabajar con él como contrabandista en su pueblo. El joven Durán carecía de la inteligencia y paciencia de Faustino. Era un muchacho muy echado para adelante y se dejaba llevar con facilidad por la fiesta y las mujeres, situación que le traería en muy poco tiempo un destino fatal.

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Cap.3 La generación perdida

Durante el verano de 1977, los dos amigos de Rianxo realizaron muchas descargas de tabaco y recibieron un pastón. Faustino metió todo el dinero en la sucursal bancaria, ya que quería comprarse una embarcación rápida cuanto antes, y Ramón lo despilfarró en fiestas sin ningún control del gasto. El joven Durán cumplió los dieciocho años y organizó una mariscada. Esa misma noche, la cuadrilla de colegas que le había estado suministrando el hachís para los porros desde que apareció en Vilagarcía de Arousa consiguió al fin que probara su primera esnifada de heroína y en las semanas posteriores, sus primeros chutes de caballo. La envidiable fortaleza del Mamón fue disminuyendo de manera notable y comprometió el resultado final del grupo de porteadores de cajas de tabaco en las dos últimas descargas hasta que uno de los hijos del patriarca le dio un ultimátum.

—Chaval, basta de bromas. Te la estás jugando y no se puede continuar así. Ahora mismo me vas a decir si prefieres que te salga la pasta por las orejas mientras cumples con dos cojones como un hombre o la mierda de heroína que te metes con las nenazas de tus amigos drogadictos —dijo el hijo mayor del jefe del «clan de los Merlines».

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Cap.4 La embarcación

Faustino estuvo trabajando un año entero en el contrabando y ahorró el dinero suficiente para adquirir una embarcación rápida a uno de los nuevos astilleros que comenzaron a proliferar en la zona de O Salnés dedicados a la fabricación y puesta a punto de todo tipo de lanchas planeadoras de diferentes modelos, los cuales, en la mayoría de los casos, seguían las indicaciones técnicas que reclamaba el cliente contrabandista.

El joven Suárez se compró una Zodiac semirrígida de doce metros de eslora con un casco de plástico reforzado con fibra de vidrio, dos motores Yamaha de doscientos caballos cada uno y varios depósitos de combustible. La lancha presentaba el cuadro de mando a un tercio de la popa y tenía capacidad para transportar hasta mil quinientos kilogramos de hachís o cocaína en fardos. El coste final de la moderna embarcación fue de cinco millones de pesetas que Faustino desembolsó a tocateja tras un pormenorizado estudio de la nueva situación que significaba el cambio de estatus en la organización dirigida por el patriarca del «clan de los Merlines».

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Cap.5 El nuevo clan

En 1984, tras la macrorredada de finales de 1983 y después de varios meses en chirona, Fito Polanco salió de la cárcel de Carabanchel y lejos de enmendar su trayectoria delictiva aprovechó su estancia carcelaria para conocer a algunos de los líderes de los cárteles de Medellín y Cali, lo cual contribuyó a que se establecieran nuevos y fructíferos negocios con los capos colombianos de la cocaína. Ese mismo año, se produjo el asesinato del ministro de Justicia de Colombia ordenado por la mafia de la droga de ese país, por lo que la mayoría de los narcotraficantes se marcharon al extranjero por temor a las represalias del Gobierno y se refugiaron en Panamá, aunque unos pocos lo hicieron en España y fueron detenidos, ya que intentaron crear toda una compleja estructura de distribución de cocaína en Europa desde sus sedes en Madrid y A Coruña.

Fito tenía solo cinco años más que Faustino y en poco tiempo se había convertido en el mayor contrabandista de tabaco de la Ría de Arousa junto con sus dos socios Roberto y Óscar en la sociedad ROF, la cual disponía de la estructura necesaria para introducir cada mes cerca de dos mil millones de pesetas en tabaco rubio extranjero. 

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Cap.6 Panamá

Faustino vivió siempre en Rianxo con sus padres en una casa de piedra fría como un demonio, en la que la humedad subía por las paredes, sin más calefacción que la enorme chimenea esquinera de la cocina, la cual permanecía encendida muy pocas horas en invierno, ya que durante las horas centrales del día nadie se encontraba en el hogar.

El dinero escaseó en la familia desde que se formó y las nimias ganancias del bar se fueron a través de las cañerías de procesamiento de licores de los estómagos de sus padres y mediante las visitas consentidas a los prostíbulos. La vestimenta del grupo familiar, la misma que llevaba casi toda la gente en el pueblo marinero, consistía en telas oscuras resistentes, aunque descoloridas con el paso del tiempo, puestas de manera machacona con naturalidad.

Los dos padres eran analfabetos y la gran inteligencia que ambos atesoraron en su juventud se fue transformando con los años en una pesadez amorfa al igual que la de sus cuerpos. Faustino observó resignado, sin que le importara mucho la transformación evidente de sus padres, y dedujo una simple regla que definía el alcohol como algo dañino y peligroso.

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Cap.7 El narcoabogado

A mediados de los años ochenta, un brillante abogado cacereño ocupaba la Secretaría de la Cámara de Comercio de Vilagarcía de Arousa desde hacía diez años. Se llamaba Pedro Viñuelas y fue un verdadero maestro en el arte de convencer y encandilar a los alcaldes y empresarios más influyentes de las Rías Baixas. Era tal su desparpajo y habilidad en la negociación, y empleaba tales poderosas artimañas, con escasa ética y sorprendente acierto, que incluso los principales contrabandistas arousanos llamaron a la puerta de su despacho para que se ocupara de proteger sus intereses y personas.

El señor Viñuelas participó en la fundación del primer partido de derechas de la transición y fue amigo personal del que se convertiría más tarde en el Presidente de la Xunta de Galicia. En 1984, Pedro controlaba el grupo municipal del partido y aseguraba la financiación de las campañas electorales con el dinero de los contrabandistas. Militó en dicha organización política y también en el partido refundado posterior hasta 1989.

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Cap.8 La policía

Faustino terminó la visita a la cárcel madrileña y se dirigió en un precioso BMW hacia su casa en Vilanova de Arousa. En las inmediaciones de Benavente, un inesperado control de la Guardia Civil lo detuvo en un remanso de la carretera. El dispositivo disponía de todos los sistemas antiterroristas empleados en la lucha contra ETA. Lo hicieron bajar del coche, comprobaron que estaba armado y le quitaron la pistola. Registraron el vehículo a fondo, pero no encontraron nada. Más tarde, de un coche camuflado salió el comisario Eduardo Leal y se acercó a Faustino.

—Maldito, acompáñame a mi automóvil. Quiero que charlemos un rato y si te portas bien, te dejaré marchar —dijo el policía Leal.

Los dos hombres entraron solos en la parte de atrás del coche y entablaron una de las conversaciones que más se repetiría en la memoria del narcotraficante Suárez el resto de su vida.

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Cap.9 La mariscada

Durante siglos la isla de A Toxa o de Louxo fue empleada por los habitantes de O Grove para que pastaran sus animales. La leyenda cuenta que un cura abandonó a su burro muy enfermo en la isla, ya que no quería matarlo, y cuando regresó lo encontró curado en perfectas condiciones de salud. El sacerdote comprobó que el animal había bebido de las aguas termales que nacían en esa árida tierra llena de tojos y que además se había revolcado en el lodo terapéutico de sus charcas. A raíz de esa milagrosa recuperación, y antes de todo, se construyó un balneario, luego, un hotel y en 1910, para que los aristócratas disfrutaran del turismo con sus aguas saludables, se inauguró el que por entonces fue el puente más largo de Europa.

La gente con fama suele ir al Balneario de A Toxa a dejar de ser famosa durante unos pocos días, aunque se cansan pronto. Son agüistas convencidos del beneficio de sus aguas mineromedicinales que descansan sus cuerpos del ajetreo que les supone la vida fuera de la isla. Cuando terminan sus aburridas lecturas y conversaciones, pasean su escaso ánimo por el casino o le dan a una bola con un palo para meterla en el agujero.

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Cap.10 El topo

Fito Polanco no era un asesino, pero tampoco un blando. En numerosas ocasiones salvó la vida de ciertas personas caídas en desgracia con el cártel colombiano en Panamá, aun a riesgo de su persona y negocio. No le gustaba en absoluto la violencia, aunque sabía cuándo debía emplearla. La existencia de un delator en su organización le hervía la sangre y deseaba venganza, pero su temperamento frío y calculador lo ayudó a pensar con calma la estrategia a seguir. El señor Polanco mantuvo siempre un sibilino control de su carácter gracias al cual obtuvo los mejores resultados y salió airoso de las situaciones más difíciles y arriesgadas que aparecieron en su camino. Esta vez, no iba a ser diferente.

A la mañana siguiente de la celebración en el Gran Hotel A Toxa llamó al timbre del piso en el que vivía el Teo con su mujer.

—¿Quién es? —preguntó el Teo.

—Soy tu jefe, abre —contestó el señor Polanco.

Hubo un silencio durante unos segundos y, finalmente, sonó el timbre del automático. Fito empujó la puerta del portal y subió al segundo piso por las escaleras completamente solo. El Teo abrió la puerta de su casa, se quedó tieso como un palo y su cara de asombro fue la prueba contundente de su culpabilidad.

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Cap.11 La infidelidad

Odilia Rivero fue la segunda esposa de Fito Polanco y con ella tuvo una hija que llevó el apellido del famoso narcotraficante de Cambados. En 1979, cuando ella tenía veintiocho años y el joven cambadés solo veinticuatro, Fito la conoció en el aeropuerto de Panamá y se quedó prendado enseguida de los encantos de la modelo, la cual resultó tener muy buenos contactos en la administración y en el ejército, ya que era la sobrina de un ministro durante la época en la que gobernó el dictador que estuvo relacionado con los cárteles colombianos de la droga y que más tarde fue detenido por los agentes de la Administración Antidroga de Estados Unidos, la temida DEA.

La señorita Rivero vivió con Fito en Galicia cuando el señor Polanco era el presidente del Club Juventud Cambados, equipo que en tan solo tres años se convirtió en el tercero más importante de Galicia. Tras una gira futbolística que organizó el contrabandista en Panamá, Fito convenció a Odilia y regresó con ella a su casa de Sanxenxo en la que también residían sus padres. La señorita Rivero se enamoró de Fito y lo acompañó, puesto que estaba convencida de que su amado llegaría a lo más alto en el negocio de la cocaína en España.

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Cap.12 Las mujeres

Fito Polanco se casó muy joven con una vecina suya de Cambados con la que tuvo dos hijas, la menor se hizo abogada y pasó a encargarse de los problemas de su padre con la Justicia desde Madrid y la mayor se unió con su madre y su tía para ocuparse de la gestión de los inmuebles adquiridos a través de la inmobiliaria creada por Fito en su pueblo natal hasta que la Audiencia Provincial de Pontevedra la clausuró de forma definitiva y embargó todas sus propiedades en 2019 por considerarla el principal centro de blanqueo del dinero en Galicia del narcotraficante.

Con Odilia Rivero tuvo otra hija y ambas se afincaron en Panamá. Fito Polanco puso a nombre de su segunda mujer muchas de las propiedades inmobiliarias que compró con los beneficios del negocio de la droga y la convenció para que continuara con el entramado de empresas que había establecido con el objetivo de lavar la ingente fortuna obtenida por el clan en el narcotráfico. Odilia era muy ambiciosa y, no contenta con lo que ya poseía, acabó por meterse en el transporte de cocaína gracias a los contactos influyentes que poseía en Sudamérica, por lo que estuvo dos veces detenida y pasó más de seis años en prisión en su país.

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Cap.13 La Operación Centolla

En 1989, el jefe del grupo de estupefacientes en la Comisaría Provincial de Pontevedra detuvo a un traficante de droga que trabajó para Fito Polanco, el cual redactó desde la cárcel una memoria del contrabando en Galicia que fue enviada al magistrado de la Audiencia Provincial de Pontevedra y más tarde a la Audiencia Nacional, ya que aparecían personas de diferente procedencia. Otro detenido y arrepentido del «clan de los Merlines» también añadió más nombres al proceso.

El doce de junio de 1990, el juez de la Audiencia Nacional y el teniente fiscal de la Fiscalía Antidroga iniciaron la Operación Centolla. Más de trescientos cincuenta agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil coordinados por la Unidad Central de Estupefacientes entraron a las siete de la mañana en las casas y negocios de los principales contrabandistas gallegos. Orejito y algunos de los narcotraficantes más relevantes no pudieron ser detenidos, ya que contaban con amigos influyentes o familiares cercanos a jueces que los avisaron del despliegue policial unas horas antes de que este se produjera. Fito Polanco tampoco fue apresado porque se encontraba en Bélgica y escapó a Panamá.

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Cap.14 El comisario

El comisario Eduardo Leal fue un abogado experto en criminología y en la lucha contra el narcotráfico. En la macrorredada de la Operación Centolla, el policía nacional Leal se encontraba en Madrid en un juicio y cuando llegó a Vilagarcía de Arousa vio con auténtica sorpresa cómo su propia Comisaría de Policía se encontraba repleta de narcotraficantes y había todo un impresionante despliegue policial dirigido por el juez de la Audiencia Nacional y el teniente fiscal de la Fiscalía Antidroga. Eduardo Leal detuvo por primera vez a Fito Polanco por contrabando de tabaco y se convirtió más tarde en el jefe de la Unidad de Droga y Crimen Organizado en Galicia. El comisario Leal siempre se maravilló de la asombrosa capacidad que tenía Fito de rehacer su estructura a pesar de los numerosos golpes que recibió su organización y que lo llevaron a la cárcel.

Faustino y el Pocholo se dirigían por la carretera de Cambados a Sanxenxo a una de las naves principales cuando a mitad del camino un control de la Guardia Civil detuvo el coche en el que viajaban los dos contrabandistas y los obligó a parar en el arcén. Una vez que los guardias civiles comprobaron las identificaciones correspondientes y no hallaron nada sospechoso en el registro del vehículo, se acercó el comisario Leal, abrió la puerta del BMW que conducía el Maldito y se sentó en los asientos traseros del coche mientras los guardias civiles continuaban apuntando con las metralletas desde los laterales a los dos tripulantes del automóvil.

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Cap.15 La fianza humana

Los colombianos dueños de la cocaína solían pedir al clan gallego que realizaba la descarga en tierra que un miembro de su grupo pasara con ellos unos días mientras la operación se efectuaba con éxito, ya que su objetivo era asegurarse de que no sufrían robos o engaños. El acuerdo que establecían consistía en el setenta por ciento para los narcotraficantes de Colombia y el treinta para los transportistas gallegos, los cuales recibían ese elevado porcentaje en dinero o en droga debido al elevado riesgo de ir a la cárcel que suponía el traslado de la cocaína desde los barcos nodriza a tierra y su posterior almacenamiento hasta que las oficinas de distribución de los cárteles de la droga recuperaban su parte y la repartían por toda Europa. En los primeros años, algunos clanes gallegos tramposos perdieron a varios de sus hombres, puesto que se metieron en problemas, no conocían todavía cómo se las gastaban los colombianos y buscaron la solución más fácil que era mentir a los señores de la cocaína. Fito Polanco llevaba una trayectoria impecable en los numerosos desembarcos y se había ganado la confianza de los más importantes capos de la droga, por lo que estos habían dejado de solicitarle la delicada fianza humana. Tras la detención masiva de los jefes de los clanes gallegos, los colombianos decidieron no trabajar a través de Galicia durante una buena temporada, debido a la fuerte amenaza del Gobierno, y esperar a que las aguas volviesen a su cauce, pero ante la insistencia del señor Polanco dieron su brazo a torcer con la condición de que la fianza humana fuese él mismo.

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Cap.16 La detención

Fito Polanco regresó a España en noviembre de 1990 y se alojó por precaución en un hotel de Madrid. La única persona que supo de su paradero fue Faustino. El contrabandista decidió, por motivo de su seguridad, que ambos continuaran el contacto mediante el pesado teléfono móvil y sin reunirse durante una temporada. El señor Polanco adquirió otro ordenador con GPS, similar al que utilizaba el Maldito en Galicia, mediante el cual tomó de nuevo las riendas del clan y nombró al señor Suárez como su primer lugarteniente, ya que Julián no saldría de la cárcel hasta 1993.

Fito se trasladó a un chalé que alquiló en Pozuelo de Alarcón desde donde pretendía ejecutar una nueva e importante operación. A mediados de Enero de 1991, Faustino y el Pocholo realizaron con éxito una descarga de dos mil quinientos kilogramos de cocaína. El señor Suárez se deshizo de los equipos electrónicos de espionaje colocados en algunos de los vehículos del clan, empleó las mismas planeadoras de la operación de septiembre y repitió con acierto el empleo y sincronización de las embarcaciones y las furgonetas de alquiler

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Cap.17 La emboscada

En 1998, Fito Polanco salió de la cárcel en libertad condicional y se instaló en un chalé de Villaviciosa de Odón. Su primer lugarteniente lo hizo en 1993 y Faustino y el Pocholo en 1994. Nada más abandonar la cárcel, el señor Suárez y el Pocholo cruzaron su BMW en medio de la carretera e hicieron bajar a punta de pistola al chófer y a Orejito. Faustino obsequió al señor Orejuela con la más terrorífica de sus maldiciones y tras desarmar al guardaespaldas y al preocupado Orejito que presentía el mal pronóstico de su destino, se marcharon satisfechos con la convicción de que al traidor le quedaban pocos meses, como así sucedió, puesto que murió de un cáncer de páncreas en enero del siguiente año.

A partir de la incorporación de Julián al frente de la organización, el clan de Fito continuó con las descargas de cocaína, aunque muy espaciadas en el tiempo. Hasta entonces, los marineros más fieles continuaron con el contrabando de tabaco bajo el control monetario de la primera mujer, encargada también de las propiedades que adquiría la inmobiliaria de su exmarido. Mucho más tarde, cuando el señor Polanco salió de prisión, los desembarcos fueron más numerosos y se hicieron bajo las órdenes de Fito desde su chalé de Madrid, el cual realizaba ciertos viajes relámpago de ida y vuelta a Galicia.

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Cap.18 La investigación

Los clanes gallegos que se dedican en la actualidad al tráfico de cocaína suelen disponer de instalaciones, dinero, equipos y personal que constituyen la selección natural que da forma a la estructura piramidal de los narcotraficantes.

Fito Polanco siempre dispuso de todos los elementos necesarios para el negocio, ya que fue el primer contrabandista que empezó a trabajar con la cocaína con enormes beneficios. Sin embargo, en la cúspide también se encuentran otros dos clanes cuyos jefes se mantienen ocultos y protegidos detrás de sus empresas legales. La segunda organización más poderosa es un grupo alimentario de Galicia con fábricas en Sudamérica mientras que el tercer clan se trata de un armador de buques del fresco que faenan en diferentes caladeros. La empresa de alimentación recibe producto semiprocesado y terminado de países suramericanos a través de cientos de contenedores que llegan a España. Su operativo consiste en el soborno de los mandos policiales y los trabajadores responsables de las terminales de los puertos mientras que su fuerza reside en el gran poder empresarial que induce el movimiento de miles de contenedores al año entre los que pasan desapercibidas toneladas de cocaína. El armador, por su parte, necesita de una infraestructura más grande que conlleva un mayor riesgo.

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Cap.19 La maldición

Fito Polanco incorporó tres nuevos colombianos a su clan en Madrid y, después de prepararlos, los envió a las Rías Baixas para que fueran los guardaespaldas de sus lugartenientes. De igual forma, proveyó a su capital humano establecido en las dos sedes operativas con pistolas, silenciadores, granadas de humo, chalecos antibalas, equipos de visión nocturna y una buena colección de metralletas y armas cortas. Con respecto a las telecomunicaciones, suministró teléfonos encriptados, ordenadores con GPS y sistemas de geolocalización, detectores de pinchazos, balizas y lapas magnéticas de seguimiento a la totalidad de los equipos del clan.

Los meses fueron pasando sin contratiempos y el negocio de Fito no se vio alterado por ningún nuevo intento de robo. Sin embargo, todos sus hombres esperaban el ataque de un momento a otro y es por ello que se habían preparado a conciencia. Fito supo, gracias a los cárteles colombianos, que el armador había aumentado la frecuencia de las descargas, pero como Galicia seguía siendo la entrada principal de cocaína en Europa, tanto el señor Polanco como el millonario dueño de buques pudieron continuar con las operaciones del transporte de droga en O Salnés sin molestarse el uno al otro.

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Cap.20 Los nuevos clanes

El armador poseía una nutrida flota de buques de pesca y remolcadores con base en Senegal dedicados al tráfico ilegal de cocaína, los cuales eran comprados a través de un bróker marítimo e inspector de buques del Sistema Internacional de Seguridad Marítima que conocía a la perfección para qué se iban a emplear. Tras la muerte del millonario, su hijo lo sucedió en el cargo y continuó haciendo negocios con los cárteles colombianos de forma directa con la colaboración de las organizaciones gallegas de segundo nivel dedicadas al narcotráfico.

Tras la maldición del millonario y su huida precipitada como alma que lleva el diablo, Faustino se quedó solo en el impresionante despacho del armador y tomó prestada una bolsa plástica grande que contenía dos cajas de zapatos de una firma muy cara, en la cual metió la caja del ordenador que reposaba sobre el escritorio junto con dos libretas que halló en uno de los cajones del mismo. Salió del edificio y se reunió con los hombres de Fito que lo esperaban fuera. Minutos más tarde, la policía acudió a la lujosa sala de reuniones acompañada por el asustado hombre que explicó de forma escueta el asalto del que había sido objeto, por lo que al no encontrar huellas del asaltante y sí pruebas fehacientes de la sustracción de información, los agentes de policía no pudieron relacionar el caso con el narcotráfico y lo achacaron a un profesional de la competencia del armador.

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Cap.21 La novia

En Nochevieja de 1999, Faustino Suárez conoció al amor de su vida. En dos meses cumpliría los cuarenta años y aún sostenía la convicción de que el matrimonio no estaba hecho para él. Ese año, el Maldito aceptó la invitación del señor Polanco para que acudiese con Julián, el Pocholo y sus mujeres a la cena con cotillón que su jefe contrató en un elegante hotel de cuatro estrellas de Vigo. Los cinco integrantes del grupo pasarían todo el fin de semana en la ciudad olívica, ya que la entrada al nuevo siglo se hacía de viernes a sábado y el señor Polanco insistió para que disfrutasen a tope hasta el lunes.

El hotel se hallaba al lado del Real Club Náutico de Vigo y frente a la Autoridad Portuaria y la Xunta de Galicia. Todas las habitaciones tenían vistas al puerto deportivo, una sala con escritorio y dos sofás de color lila. El restaurante se anunciaba con grandes mariscadas y su fama llegaba hasta Portugal gracias a los exquisitos platos de comida típica gallega. Fito quiso obsequiar a su equipo con los elementos perfectos para despedir el siglo, por lo que sus hombres disponían de dos días completos a cuerpo de rey sin límite de gastos.

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Cap.22 La venganza

Faustino estaba cansado, aunque muy alegre por haber tomado la decisión correcta, puesto que no le hubiese gustado vivir en el Caribe y mucho menos tener que ocultarse con la identidad falsa y el miedo constante de caer en manos de los sicarios. Sabía que su penosa situación no le dejaba muchas alternativas, pero no le importaba pasar un tiempo en la cárcel. Eso sí, dejaría bien claro al comisario Leal, desde un principio, que él no era un delator. Si el policía no lo encerró con las pruebas que tuvo hace tiempo contra él, no parecía lógico que lo hiciese ahora. ¿Pero no podría ser que los medios técnicos policiales le hubiesen permitido al comisario encontrar una relación directa y veraz de su participación en las últimas descargas importantes de cocaína o en las refriegas a disparos? ¿Y si los policías estuvieran ya muy cerca de la deseada detención de Fito Polanco? No cabía ninguna duda de que las posibilidades eran amplias, aunque muy pronto, en medio del sopor que lo embriagaba, conocería las respuestas.

—Faustino, esta vez os han jodido bien —dijo Eduardo Leal.

—Lo que usted diga, señor comisario.

—¿No vas a colaborar en la detención de esos miserables?

—A todo cerdo le llega su San Martín. No aceleremos el final de cada uno.

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Cap.23 El encuentro

Isabelle Ledoux era una mujer independiente que vivía sola en un apartamento de la calle Des Lilas del centro de París en un edificio de hormigón con ventanas estrechas del suelo al techo y contraventanas de madera surcadas por listones. Trabajaba de dependienta en la óptica que había justo debajo de su casa de alquiler, desde que se divorció hace cinco años de un señor de Barcelona, y disfrutaba de una vida relajada en una zona residencial enclavada entre dos hermosos parques. Su preocupación era su hijo, pero cuando aprobó la plaza en el Servicio de Vigilancia Aduanera, ya que poseía la doble nacionalidad, pudo descansar más tranquila, aunque lo tuviera lejos. No quiso empezar una nueva relación, puesto que no necesitaba a un hombre, y lo único que buscó para llenar su vacío fueron pequeños caprichos de una mujer enamorada de sí misma. Había transcurrido una semana y todavía resonaban en su cabeza los disparos de Nochevieja. A pesar del susto, la imagen de Faustino preso, con su hermosa sonrisa dedicada como despedida cuando se lo llevaban a empujones, no quería salir de su recuerdo y acudía cada vez que la evocaba con más fuerza e intensidad. «No me voy a preocupar, pese a que esté hecha un lío. Las personas que hablan mientras razonan son más inteligentes. ¿Me habré enamorado de un delincuente? ¿Quiero que ese hombre sea algo en mi vida?» —se preguntaba Isabelle en voz alta. Para Isabelle, el nuevo año transcurrió monótono y triste entre la tienda y el apartamento, a pesar de los largos paseos que daba y de las preciosas películas y novelas de amor que repetía bajo una manta con la ayuda de una reconfortante taza de chocolate caliente con galletitas rellenas de fruta confitada.

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Cap.24 El desastre

Fito supo que Faustino había regresado el mismo día de su partida a París y esperó al lunes para que tuviera un poco de tiempo y asimilase la que intuía iba a ser una mala noticia. El señor Polanco tenía grandes proyectos en mente y su ambición lo arrastraba por caminos desconocidos y peligrosos. Ahora más que nunca, Fito necesitaba a Maldito para la gran oleada de descargas que planeaba en el inicio del siglo. El afán de superación del señor Polanco lo conducía a dos destinos: convertirse en el mayor narcotraficante español de todos los tiempos o acabar arruinado entre rejas durante años.

—Maldito, ¿no te ha ido bien con la señora francesa? —preguntó Fito.

—No, señor. Ella también siente algo, pero ha impuesto el requisito sine qua non de que abandone el narcotráfico.

—Mis cojones treinta y tres. ¿No le gusta el dinero?

—No lo quiere si viene de la cocaína. Además, tiene un hijo que trabaja en el Servicio de Vigilancia Aduanera en Vigo. No desea que el chico pierda su trabajo o quizá le niegue su respeto por compartir la vida con un delincuente.

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Cap.25 El amor

Faustino Suárez se acercó a la inmobiliaria de Fito en Cambados y entregó las llaves de su chalé a la exmujer del señor Polanco para que se encargase de su venta. La señora llamó al que fuera su marido y compró la vivienda ese mismo día a un precio muy superior al del mercado sin ni siquiera verla. Con dos maletas por equipaje, Faustino cogió el vuelo de Santiago de Compostela a París, alquiló un tranquilo apartamento en la calle Lucien Noël y paseó, contemplando absorto la belleza de París, el kilómetro y medio de distancia que lo separaba de la casa de Isabelle hasta que se plantó por la noche en su portal y llamó al timbre.

— Oui? Qui est-ce? —preguntó la mujer francesa.

—Soy Faustino, Isabelle. He abandonado todo porque te quiero desde la primera vez que te vi y no puedo olvidarte. Estoy en tu puerta y deseo vivir a tu lado para que nos cuidemos el uno al otro. Por favor, ten compasión de un hombre que pretende redimirse de su anterior vida con el cariño que te ofrece. Mi dinero se lo he entregado a mi exjefe y vengo con lo imprescindible para empezar de nuevo junto a ti. Necesito una oportunidad, una cita completa para que veas en mis ojos que soy sincero y me arrepiento del rumbo equivocado que había tomado. Gracias a ti, he descubierto lo que es el amor y a través de tu sonrisa, la esperanza del afecto mutuo. Desde ahora, nada me parece tan bello en el mundo como tu persona y pretendo ser parte de tus sentimientos. He alquilado un alojamiento cerca de aquí y llamaré a tu timbre todos los días hasta que consiga verte y convencerte de lo que siento por ti —dijo el señor Suárez a través del portero automático.

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